miércoles, 30 de noviembre de 2016

EL DISFRAZ O LA DESILUSIÓN DE UNA ENAMORADA


 

Era un perfecto caballero, siempre lo había sido. Me trataba con cariño, con respeto, con dulzura incluso. Me había invitado a cenar en dos o tres ocasiones y su conversación era agradable culta y fluida. Me gustaba mucho. No sé si estaba enamorada. A mi edad, rondando ya los setenta, el amor se confunde con otros sentimientos muchos menos románticos. Pero la realidad era que disfrutaba mucho en su compañía.

Todo cambió en aquella fiesta de disfraces. Lo vi disfrazado de troglodita y me perdió todo el encanto. Era como si al despojarse del impecable traje que lucía a diario se despojara también de parte de su persona. Me había pasado veinte años atrás, cuando conocí a un serio y comedido abogado y el día que supe que pertenecía a una banda de gaitas y le vi vestido de gaitero me perdió todo el encanto. Debe ser que me enamoro de los trajes, qué le voy a hacer.

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