miércoles, 13 de mayo de 2015

LA CENA DE EMPRESA




Nunca me gustaron las cenas de empresa. Son de lo más tedioso, y sobre todo en Navidad, cuando se supone que tienes que sonreír al compañero que te cae como el culo y hacer la pelota al jefe que se dedica a hacer gracias, ese que el resto del tiempo no muestra el menor reparo en putearte vilmente. Pero reconozco que la de este año ha sido diferente, tan diferente que no me la puedo sacar de la cabeza, tan distinta que no puedo evitar intentar hacerme amigo de Rodrigo, el tío más plasta y gilipollas de la tienda. Todo tiene su lógica, no es por capricho.
Acudí obligado, con la total seguridad de que aquello sería el aburrimiento de todos lo años...hasta que la vi a ella. ¡Menuda hembra! Con un cuerpo de escándalo y una cara de ángel, embutida en un vestido rojo que se ceñía a su cuerpo como una segunda piel, pasó a mi lado golpeando el aire con el rastro de una fragancia floral que me hizo volver la cabeza. Y me quedé mudo del asombro cuando vi que se acercaba al idiota de Rodrigo y lo tomaba de gancho. Todos los tontos tienen suerte, él no iba a ser menos. Jamás pensé que un imbécil con cara de bobo estuviera casado con semejante bellezón (poco después nos la presentó como Violeta, su mujer) y confieso que durante unos instantes sentí envidia, pero fueron sólo unos segundos, luego mi mente volvió a la realidad y me repetí lo de siempre: para tener una buena sesión de sexo lo mejor es ser libre, y yo en las mujeres no busco nada más.
Tuve la suerte de que la rubia imponente se sentará frente a mí, era un placer poder contemplar sus ojos profundamente negros, sus labios carnosos, el canalillo de sus tetas que asomaban provocadoras por encima de su escote. Para recrearme en semejante maravilla de la naturaleza no me quedó más remedio que aguantar las idioteces de su marido, sus comentarios que pretendían ser graciosos y no hacían gracia ni a un niño, más conseguí abstraerme con la presencia de aquella hembra, mientras a él le decía a todo que sí y quedaba tan contento.
No sé en qué momento de la noche ella empezó con su juego. Yo había estado observándola con todo el disimulo que había podido mientras dejaba volar mi imaginación. Le quité aquel vestido una y otra vez, besé aquellos cántaros rebosantes de miel con glotonería, paseé mi lengua por su cuello humedeciendo su piel.... Confieso que en otro contexto me hubiera entregado al dulce placer del onanismo, pero allí no era plan, evidentemente, y no me quedó más remedio que disimular mal que bien mi excitación. Hasta que ocurrió. En medio de una conversación trivial en la que el estúpido de su marido se empeñaba en explicarnos las magníficas ventajas de las lavadoras secadoras, ella me miró fijamente a los ojos mientras paseaba lentamente su lengua por sus labios. Al principio no supe captar el mensaje, pero cuando sentí su pié descalzo subir despacio por mis piernas no me cupo la menor duda de que la rubia quería guerra... y yo me presté con docilidad a la batalla.
Mi excitación creció hasta el límite cuando su pié llegó finalmente al destino deseado, que esperaba ansioso la caricia furtiva que se anunciaba. Mientras el pie de mi musa hacía su trabajo yo soportaba estoicamente la palabrería barata de su esposo, aunque tengo que decir que en muchos momentos mi mente volaba al lecho imaginario en el que estaba amando a su mujer.
Aquellos pechos estaba siendo míos, sus pezones erguidos recibían mis caricias gustosos, mi boca degustaba con glotonería los jugos que regaban con generosidad su territorio más íntimo y finalmente nuestros cuerpos se unían en un baile lascivo y pecaminoso.
-¿Me estás escuchando René? - oí de pronto.
-Sí, sí.....claro.
Mi voz denotaba a las leguas que el pie de la mujer de Rodrigo estaba llevando a cabo su labor a la perfección.
-A ti te pasa algo ¿estás bien?
Miré a Rodrígo. Su cara de conejo fue la imagen contemplada mientras estallaba en un orgasmo que me hizo sacudir todo el cuerpo.
-Ssssssi..... estoy bien – conseguí balbucear.
-Pues yo creo que no estás bien. Has tomado demasiado vino René, tal vez será mejor que vayas a tomar un poco el aire.
Lejos de seguir el consejo de mi denostado compañero me quedé allí sentado mirando a su mujer mientras intentaba recomponerme. Rodrigo se levantó y fue a darle la lata al jefe. Su esposa le siguió.
-La próxima vez será mucho mejor, ya lo verás – me dijo mientras se iba.


       Todavía no ha habido próxima vez y no sé si la habrá, pues no la he vuelto a ver. Pero la cena de empresa de estas navidades quedará en mi memoria como la mejor de mi vida.... sin duda alguna. Y ya me estoy inventando algún pretexto para organizar algún encuentro entre compañeros… tal vez a la vuelta de las vacaciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario