martes, 14 de abril de 2015

DELIRIOS






Sevilla, agosto, cinco de la tarde, 45 grados a la sombra. Me pregunto quién me mandaría a mi hacer turismo en esta ciudad y en pleno verano, y sobre todo, de quién sería la idea de quedar con mi antigua amiga de facultad precisamente a esta hora y en esta maldita terraza en la que el sol cae a plomo haciendo que me sienta derretir por momentos. La respuesta es inquietante, pues la única culpable de esta situación soy yo misma. Siempre igual, siempre tan flamenca, nunca mejor dicho. Que en Sevilla hace calor, a mi me encanta el calor, que es insoportable, bah no será para tanto, que la gente no puede salir de casa hasta bien entrada la noche, pamplinas... Y claro, al final...me veo deseando que estas acaloradas vacaciones lleguen a su término y se me permita por fin regresar a mi suave verano norteño. Y esa maldita muchacha que quedó de venir a las cinco y ya son y diez... y no aparece, y yo aquí sudando la gota gorda...
De pronto inunda el ambiente un penetrante olor a CHIMICHURRI que tiene el lamentable efecto de revolver mi estómago ya de por sí soliviantado por las elevadas temperaturas. Un ligero mareo me desestabiliza, menos mal que estoy sentada, hecho que representa una ligera ventaja a la hora de evitar que mi cuerpo toque tierra cuan largo es. Cierro los ojos unos instantes y cuando los abro la descubro. Menuda visión. Se acerca a mi CABALGANDO sobre un llamativo caballo blanco exageradamente engalanado, como ella misma, que parece haber salido de una película fantástica. Viste algo parecido a un bikini de piel de conejo, o de liebre, o de algo así, y calza unas botas altas de piel de serpiente que le deben de estar recociendo los pies. De su cuello cuelgan unos cuantos collares de pedruscos variopintos y alrededor de la cintura lleva una especie de cinturón de cuyo extremo pende un arma que parece un trabuco, aunque confieso que yo no entiendo nada de armas. En una mano sujeta un chorizo criollo que come con verdadero apetito y del cual surge el aroma al chimichurri. Me parece un personaje un tanto especial, por no decir extraño, y miro a mi alrededor para ver si a los escasos seres humanos que en este momento me hacen compañía les ha llamado la atención esta rara mujer tanto como a mí, pero nadie parece percatarse ni siquiera de su presencia. En realidad la única persona visible es el camarero, que bosteza con cara de aburrimiento apoyado en la barra, en el interior del bar, al fresquito del aire acondicionado.
Mi asombro es todavía mayor cuando veo que semejante personaje, se baja del caballo dando una VOLTERETA y se sienta a mi mesa.
-¿Qué tal? - pregunta – Hace calor eh.... yo acabo de salir de ENTRENAR y me apetece una cervecita. Supongo que no te importará que me siente contigo para tomármela – sin esperar mi respuesta llama al camarero a voces – Mozooooo una rubia bien fría.
-Perdona ¿nos conocemos? - consigo preguntar.
-Pues no estoy segura, pero creo que no. Aunque qué más da, cualquier sitio es bueno para hacer amistades ¿no te parece?
-No sé.... Además yo estoy esperando a una amiga y....
-¡Qué bien! ¡Así seremos tres!
En ese momento llega el camarero con la cerveza. Alucino por colores cuando veo que saluda a la chica sin inmutarse por ver su extravagante aspecto.
-Hola Ónice ¿Cómo te ha ido hoy con la ESPINGARDA? - le pregunta.
-Buf, creo que el próximo día probaré con una escopeta normal y corriente, para tirar al plato la espingarda está un poco obsoleta.
El camarero le sonríe con cara de imbécil, se marcha por donde llegó y ella da una largo sorbo a las cerveza. Parece que no se percata de mi asombro.
-¿Se puede saber quién eres? - pregunto un poco mosqueada.
-Uy es cierto, no me he presentado, qué poca educación. Me llamo Ónice, es que a mi madre le gustaban mucho las piedras y yo y mis hermanas tenemos nombres de piedras, Ónice, Azabache, Feldespato...., era así de rara la mujer. Se murió hace años en un desgraciado accidente, su carruaje se despeñó por un barranco y al llegar al fondo, una gran piedra lo aplastó. Supongo que no le esperaba otro destino. ¿Y a tu madre qué le gusta?
“Hacer macramé, no te jode” pienso para mi misma, respuesta estúpida, para pregunta igualmente estúpida. Porque a ver qué leches le interesa a esta excéntrica lo que gusta o deja de gustar a mi madre.
La verdad es que la situación es tan absurda que no sé si ponerme a llorar o si echarme a REIR. El calor aumenta por momentos, siento cómo las gotitas de sudor resbalan por mi cara y como el cerebro se me nubla intermitentemente. Y mi amiga sigue retrasándose. Y yo aquí sentada con esta loca.
-¿De dónde sales? - pregunto estúpidamente.
Ónice da un mordisco a su chorizo criollo, luego me ofrece y yo rechazo la invitación sintiendo que un vómito pugna por salir de mi estómago y recorrer mi tubo digestivo.
-¿De dónde voy a salir? Soy la novia de Gandalf, del Señor de los Anillos. Me escapo de la película de vez en cuando porque hacer siempre lo mismo es muy aburrido y desde que descubrí el club ese de tiro al plato...
-¡Bueno, basta ya! - grito con todas las fuerzas de las que fui capaz – esto es absurdo. ¿Dónde está la cámara oculta?
-Tranquila chica, no entiendo por qué te pones así. O sea que la gente hace amistades charlando con desconocidos por internet y sin embargo se sienta una al lado de alguien para intentar charlar tranquilamente y eso provoca escándalo. La verdad es que la gente normal es un poco rara, los que vivimos en las películas....
-Pero qué películas ni qué niño muerto. No pretenderás que me crea todas esas tonterías. Haz el favor de dejarme en paz, y para ya de comer ese chorizo grasiento, que me está poniendo mala.
-Si mujer, era lo que me faltaba, todo el tiempo comienzo muslo de pollo con verduras amargas, una escena tras otra, y ahora voy a dejar de comer mi chorizo criollo porque tú te empeñes. Cálmate un poco y cultivemos nuestra amistad. Por cierto no me has dicho tu nombre.
Su calma chicha me pone cada vez más nerviosa, y entre los nervios y el calor siento que me va dar un síncope de un momento a otro. Mi cabeza comienza a nublarse y poco a poco todo se va volviendo negro, hasta que mi cuerpo se derrumba en el asfalto de forma brusca e inevitable.
Cuando vuelvo en mi, a salvo del sofocante calor, en el interior de la cafetería, me encuentro con mi adorada amiga dándome aire con un abanico de colores tan chillones que casi me provoca un nuevo desmayo. Obviando el detalle busco con la mirada a la loca con la que unos minutos antes había compartido mesa y mantel.
-¿Dónde está? - pregunto.
-¿Dónde está quién? - pregunta a su vez mi amiga
-La muchacha que estaba conmigo.- respondo.
-Contigo no había nadie más que yo y créeme que me alarmé, porque llevabas un rato diciendo unas tonterías.... mirándome como si fuera una extraterrestre y hablando no sé qué sobre un chorizo criollo. Estabas delirando


     Es un alivio para mí darme cuenta de que la excéntrica muchacha que me había acompañado unos minutos antes no ha sido más que fruto de mis delirios. Tiene razón mi amiga, el calor no me sienta bien, pero ya más recuperada después de tomarme un vasito de agua y permanecer un rato al fresco del aire acondicionado, salimos de nuevo a la calle dispuestas a marchar a su casa y permanecer allí hasta que la noche suavice un poco el ambiente. Antes de entrar en el coche de mi amiga recojo del suelo un trozo de piel de conejo. Levanto la mirada y a lo lejos creo divisar un caballo blanco con su jinete que se alejan galopando en medio de la avenida. Creo que voy a adelantar mi regreso a Asturias. Definitivamente el calor me está volviendo tarumba.

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